Dr. Pablo Manterola D.*

No pretendo ignorar el descrédito en que ha caído la Constitución vigente. Tampoco me preocupa demasiado. Es signo de una democracia sólida el que sus ciudadanos se enfrenten a las instituciones con una mirada crítica, pues únicamente los autoritarismos obtienen amplias mayorías en su favor.

Pero piénsese en qué ocurriría si ganara la opción por el Apruebo, si una convención aprobara un nuevo texto constitucional y si este fuera ratificado en el plebiscito de salida. En ese caso, la Constitución del 80 habrá sido sustituida… de conformidad a la Constitución del 80. Naturalmente, la sustitución no se habrá operado merced al texto original de la Constitución del 80, sino de su texto modificado por las leyes dictadas con posterioridad al 15 de noviembre pasado; pero esas modificaciones se han efectuado de conformidad a (el texto modificado de) la Constitución del 80, y así en una cadena que nos conduce hasta un día 0, un momento originario: el 21 de octubre de 1980.

De adoptar un nuevo texto constitucional, se producirá algo que nunca ha ocurrido en Chile: una constitución habrá fallecido de muerte natural. Hasta ahora, todas las constituciones han fallecido de forma violenta. En el mejor de los casos, han sido reemplazadas por un Congreso que se limitó a ignorar la carta vigente y a adoptar una nueva. Tal fue la Constitución de 1833, promovida tras una revolución por un gobierno de mano fuerte cuando la nación se esforzaba por salir de turbulencias harto más graves que las que hoy vivimos. Este texto, después de importantes modificaciones, murió de golpe y porrazo: le puso fin la presión de un puñado de militares, al compás del ruido de sables.

También la nueva Constitución de 1925, que demoró su real entrada en vigencia hasta 1932, padeció el martirio con un nuevo golpe en 1973, reemplazada más tarde por el texto que -con numerosas modificaciones- se encuentra actualmente en vigor.

En este contexto, la Constitución del 80 se presentaría como la única en la historia de Chile que habrá sido sustituida de conformidad a sí misma. La única que morirá con toda la comodidad que puede procurar una cama de hospital. Y eso a mí me sabe a triunfo.

Esta mirada podrá ser calificada de triunfalista. Todas las micros le sirven. Si ganara el rechazo, se dirá que el pueblo aun la considera un texto satisfactorio; si ganara el apruebo, se dirá que ha sabido llevar a término su ciclo natural. Puede ser. Sin embargo, creo que hay un punto que puede ser admitido por tirios y troyanos: si un propósito básico de las constituciones es consagrar un mínimo de orden sin sofocar la política ni condenarnos al inmovilismo, la Constitución del 80 cumplió ese papel. Lo comido y lo bailado desde 1990 hasta 2020 no nos lo quita nadie.
          


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*Académico de la Escuela de Derecho UCN Antofagasta.