Dr. José Antonio González.*
El tema mapuche ha cubierto los titulares de los medios de comunicación social. La no resolución de una cuestión fundamental, mirada desde cualquier perspectiva, debe llamar a reflexión a la sociedad chilena. No es posible que este asunto que pone en tela de juicio la necesaria vertebración del territorio, dado que no es normal de la serie de atentados que se han desde hace varios lustros; acontecimientos resquebraja a la sociedad regional -y por extensión a la nacional- en el dilema de la incertidumbre jurídica sobre determinadas actividades productivas y la duda sobre cómo contribuir al desarrollo de la zona; episodios que hieren profundamente el colectivo social que funda la heterogeneidad étnica de lo que llamamos nuestro pueblo y, por sobre todo, nos interpela en nuestra capacidad de reconocer al otro diferente en sus demandas legítimas al interior de un estado de derecho. La cuestión mapuche no es solo una secuencia de episodios del último tiempo. Constituye en la actualidad la difusión de noticias de violencias, atropellos, muertes de distinta naturalezas que nos refieren de un proceso de larga data entre el Estado y la etnia mapuche. En este marco se observa, con indignación e impotencia, cómo hemos sido tan pusilánimes como nación ante los acontecimientos reseñados y no exigir al Estado en su conjunto, a los poderes públicos que lo componen, una intervención más enérgica y resolutiva en lo que acontece en el sur de nuestra patria con relación al pueblo mapuche. Pero, acaso no se había esbozado un planteamiento jurídico de descentralización-en el 2014- en el gobierno de la presidenta Bachelet sobre declarar como "región plurinacional y multicultural a la Araucanía" donde se asienta históricamente el pueblo mapuche? ¿Dónde están las propuestas bocetadas en torno a lo observado con la etnia maorí, en cuanto a la representación en la institucionalidad, por parlamentarios-y ministros- del gobierno del presidente Piñera?
No podemos esperar más, como la parte constitutiva base de nuestra nacionalidad se ve tensionada. Abordar lo que sucede lejos de nuestras latitudes es complejo. Allí se verificaron convenios fronterizos durante la monarquía española y durante la primera mitad del siglo XIX bajo los designios republicanos. Allí hubo que hacer actos de soberanía- y también más hacia el norte, en nuestro desierto de Atacama, y más al extremo sur, en el estrecho de Magallanes, para consolidar al Estado-nacional. Allí y en las tierras más meridionales fijó el Estado su proyecto de inmigración y colonización, principalmente con alemanes, que contribuyeron al progreso material y humano de Chile. Allí, en La Araucanía, el Estado comenzó su avance en la década de 1860, ocupando las tierras ancestrales mapuches y haciendo loteos para su venta, hasta sobrevenir la denominada "Pacificación" del territorio en 1880. Todos estos factores constituyen la génesis del problema que nos desgarra en la actualidad, teniendo como sujeto principal al Estado.
El 20 de agosto se celebró, la conmemoración del natalicio de Bernardo O'Higgins Riquelme, pero en 1778.
Pero, la fecha, como veremos, engloba dos acontecimientos relacionados con el pueblo mapuche. O'Higgins fue junto con Ramón Freire, los únicos próceres de la Patria Vieja que dominaron el mapudungun. Y esto fue fundamental en Bernardo O'Higgins, pues, más allá de la simpatía o distancia que nos merezca en su acción militar y política, fue el único que comprendió a los pueblos indígenas en su condición de baluarte de la libertad y en su acérrima defensa de la tierra. El Wallmapu- el territorio mapuche- que recorrió O'Higgins en su brega por la independencia, no le impidió atisbar que la conformación de una sociedad libre y justa pasaba también por integrar a los pueblos indígenas. En marzo de 1819, estuvo dispuesto a reconocer la autonomía que gozaban-desde la colonia- los araucanos, huilliches y cuncos en los territorios meridionales.
Concedió el derecho de sufragio a los mapuches / araucanos que estaban viviendo en pueblos, alejado de la frontera tradicional que les reconoció la corona hispana. O'Higgins incorporó la estrella en la bandera definitiva, que era un símbolo mapuche. La poetisa mapuche Elicura Chihuailaf expresaría en nuestro tiempo: "En este suelo habitan las estrellas. En este cielo canta el agua de la imaginación".
La gran idea de los forjadores de nuestra independencia era la inclusión de todos los habitantes del territorio en la "Gran familia chilena".
Recordemos que José Miguel Carrera, incorporó en los emblemas nacionales las efigies araucanas. Ramón Freire, en octubre de 1823, ordenó la celebración de un Parlamento General con los araucanos y simultáneamente repoblar las ciudades de Angol, Imperial y Villarrica. Bajo el gobierno de Freire, se verificó el 7 de enero de 1825 el Tratado de Tapihue, entre los representantes del gobierno y Juan Mariluán, cacique principal de las tribus avecindadas en el lelfunmapu, o sea, el país de los llanos centrales de La Araucanía. ¿Qué se acordó en este Tratado? En lo primero, se reafirma, la idea de constituir las distintas partes demográficas un todo nacional: "Convencidos ambos jefes de las grandes ventajas de hacernos una sola familia…ha venido don Francisco Marilúan como autorizado por todos los caciques en unirse en opinión y derechos a la gran familia chilena". Sin entrar en los pormenores, consignemos que este Tratado incorporaba el territorio araucano jurídicamente al Estado de Chile, manteniendo la frontera heredada y concediendo una autonomía relativa a los araucanos, como se aprecia en determinados articulados, que refrendan esta impresión, como que los caciques no van a permitir que "ningún chileno exista en los terrenos de su dominio", el que pasase a "robar a la tierra y sea aprendido, "será castigado por el cacique bajo cuyo poder cayere, así como lo será con arreglo a las leyes del país natural que se pillase en robos de este lado del Biobío, que es la línea divisoria de estos nuevos aliados hermanos".
O'Higgins, ya alejado de la patria, escribió a su antiguo camarada de armas, Joaquín Prieto, en octubre de 1830, a la sazón presidente de la república, instándole a buscar por todos los medios la amistad de los araucanos, los pehuenches y huilliches, ningún "acontecimiento favorable podría darme mayor satisfacción que presenciar la civilización de todos los hijos de Chile de ambas bandas de la gran cordillera y su unión en una gran familia".
El vocablo wingka alude al que roba. Muy decidor para aludir la etnia mapuche a su hermano.
Pero, el discurso anti indigenista en la segunda mitad del siglo XIX, trastocó la mirada de la inclusión de los próceres por la visión de la exclusión, como explicó en un libro luminoso el historiador Jorge Pinto Rodríguez, para justificar la enajenación de las tierras mapuches.
La negación de la identidad mapuche no solo lesionó a la propia etnia sino también al conjunto de la población nacional. Un estudio de la Universidad de Chile demostró no hace mucho, el porcentaje de herencia indígena en nuestra sangre, en distintos grados, sobre la mitad del total demográfico.
A la exclusión económica, social y cultural comenzó a labrarse gradualmente a principios del siglo XX el reconocimiento al acervo cultural mapuche. Esto se hizo a través de la presencia de los científicos alemanes que repararon que en los vestigios de los pueblos originarios radicaba la semilla de la nacionalidad y la identidad nacionales. Max Uhle-el padre de la arqueología andina- influyó en la nueva orientación del Museo nacional, reservando una sala especial para los objetos y reliquias de nuestro pueblo aborígenes. Rodolfo Lenz, en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, abogó por la poesía popular, despreciada por las elites criollas, y por el rescate de la tradición oral mapuche.
En los Anales de la Universidad de Chile, volumen 128, del mes de agosto de 1911, por primera vez, se consignó en sus páginas un trabajo en la lengua mapuche, a instancias de Lenz. Una voz genuina del pueblo mapuche, Manuel Manquilef, publicaba una obra científica sobre su pueblo y en su propio idioma. Manquilef dio a conocer Comentarios del pueblo araucano (La faz social). En su presentación, Lenz aludió a la magna obra de rescate del etnólogo Tomás Guevara, profesor de Manquilef, y como su joven discípulo dio cuenta de relatos, poesía, cuadros cotidianos de fiestas y celebraciones recogidas directamente en el seno de su familia o de su rewe.
No pudo reprimir Lenz su aproximación eurocéntrica en el prólogo, al señalar que en la difusión de la producción de Guevara, "el indio no había sido más que colaborador de su maestro. Hoy se presenta solo en la arena". Manquilef, a solicitud del profesor alemán, antecedió su trabajo de su autobiografía, para destinar siete capítulos a su exposición central. Lenz anotó: "¿Qué fuente más intachable podemos desear para conocer la etnología i el folklore mapuche que las descripciones dadas por un hijo de la misma nación?" y, a renglón seguido apostilló: "El autor espone todas las noticias primero en su lengua patria, el mapuche, i agrega una traducción castellana que a veces es bastante libre, pero refleja evidentemente con claridad la idea del testo araucano, ya que su autor maneja las dos lenguas con igual perfección".
Una lección que debemos continuar, ahora concluyendo el mes de agosto, al evocar a O'Higgins la visión política de la inclusión del pueblo mapuche como parte integrante de la gran familia chilena.
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*Director de la Escuela de Derecho UCN Antofagasta.